Una mañana, Victoria sacó a su perro Ramón a pasear al parque. Ramón se puso muy contento, y sus ojos brillaban de felicidad, pero ésta le duró muy poco porque Ramón es poco amigable con los gatos.
Cuando ama y mascota llegaron a la esquina del parque, se encontraron con Tony. Tony es un gato persa de un largo y hermoso pelaje. Ramón Salió velozmente a perseguir al hambriento Tony. De pronto, tanto ama como perro y gato corrían entre los árboles y los arbustos, sin mirar atrás. Al cabo de un rato, Ramón llevaba la lengua afuera de tanto correr.
Victoria iba de regreso a casa con su mascota sujetándola por encima de su cintura, el gato curioso, seguía atrás de ellos para conocer en dónde vivían. En horas de la noche, pasaba Tony por la casa de Ramón y fue atraído por el delicioso olor que despedía la cocina de Victoria. Tony hacía tres días que no probaba bocado. En esas, el gato escuchó a Victoria corregir a Ramón por el mal comportamiento que había tenido cuando salieron a pasear al parque. El gato que estaba escondido no aguantó más y se río. Esto enfureció al perro, pero a Tony no le importó ya que conocía el buen corazón de la mujer, Tony no soportó más el agradable olor de la cena, y el hambre lo llevó a quererse merendar la comida de Victoria. La ira invadió nuevamente
a la mascota y corrió a agredir al hambriento gato. De nada sirvió el buen consejo que le dio la dueña al perro. Como dice el dicho: “el necio, aunque lo machaquen sigue siendo necio”.
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