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12 de mayo de 2025

Periódico Escolar Virtual

Día del idioma

LA LENGUA QUE NOS UNE: REFLEXIONES EN EL DÍA DEL IDIOMA.

En el corazón vibrante de nuestra institución, donde las ideas florecen como las orquídeas de nuestra tierra caucana, nos congregamos hoy para celebrar la joya que nos une y nos define: nuestro idioma español. Este día, dedicado a la lengua que nos arrulla desde la cuna y nos eleva en la conversación, nos invita a reflexionar sobre la vasta y fascinante red de la comunicación humana.

Desde las pinturas rupestres que narraban las cacerías ancestrales hasta los mensajes instantáneos que cruzan el planeta en un abrir y cerrar de ojos, la necesidad de conectar, de compartir nuestros pensamientos y emociones, ha sido un motor constante en la historia de nuestra especie. La comunicación, en sus múltiples formas, es el hilo dorado que teje la trama de nuestra existencia social y cultural.

Pensemos por un instante en la danza silenciosa de las miradas que se comprenden sin palabras, en el abrazo que consuela un alma afligida, en la melodía de una canción que evoca recuerdos dormidos. Estas son formas primarias, viscerales, de comunicación, inscritas en nuestro ser mucho antes de que aprendiéramos a articular la primera sílaba. El lenguaje corporal, el tono de voz, el silencio elocuente: todos ellos son canales poderosos que transmiten significados profundos, a menudo de manera inconsciente pero no por ello menos efectiva.

Luego, emerge la palabra hablada, la herramienta prodigiosa que nos permite construir puentes de entendimiento con una precisión asombrosa. A través de ella, compartimos historias que nos moldean, transmitimos conocimientos que nos empoderan y tejemos la urdimbre de nuestras relaciones personales y comunitarias. Cada vocablo pronunciado lleva consigo una carga histórica, un eco de las voces que nos precedieron, y a la vez, una promesa de futuro, la posibilidad de crear nuevos significados en el encuentro con el otro.

Con el advenimiento de la escritura, la comunicación trascendió las barreras del tiempo y el espacio. Las ideas pudieron plasmarse en pergaminos, en libros, perpetuándose a través de las generaciones y viajando a confines remotos. La literatura, esa alquimia mágica de las palabras escritas, nos abre ventanas a mundos inexplorados, nos permite habitar otras pieles, comprender otras perspectivas. Los poemas nos susurran al oído secretos del alma, las novelas nos envuelven en tramas complejas que reflejan la condición humana, los ensayos nos invitan a la reflexión profunda sobre los enigmas de la existencia.

En la era digital que habitamos, las formas de comunicación se han multiplicado exponencialmente. Las redes sociales, los mensajes instantáneos, las videoconferencias nos conectan en tiempo real con personas de cualquier rincón del planeta. Esta inmediatez y ubicuidad ofrecen oportunidades sin precedentes para el intercambio de ideas y la construcción de comunidades virtuales. Sin embargo, también nos desafían a desarrollar nuevas formas de escucha activa, de discernimiento crítico y de empatía en un entorno donde la sobrecarga de información y la fugacidad de los mensajes pueden erosionar la profundidad del diálogo.

En este contexto complejo y dinámico, la figura del Papa Francisco emerge como un faro de esperanza en la construcción de puentes y la promoción de un diálogo auténtico. Su liderazgo, marcado por la cercanía, la humildad y un llamado constante a la misericordia y al encuentro, resuena profundamente en un mundo sediento de comprensión y reconciliación.

El Papa Francisco no se limita a la proclamación de dogmas; su comunicación es un ejercicio constante de escucha activa. Se acerca a las periferias, tanto geográficas como existenciales, para comprender las realidades diversas y complejas que configuran nuestro mundo. Su lenguaje sencillo y directo, desprovisto de la pompa y la rigidez que a veces han caracterizado el discurso eclesiástico, llega al corazón de las personas, trascendiendo las barreras culturales y religiosas.

Su llamado al diálogo no es un mero ejercicio retórico; es una invitación a salir de nuestras propias certezas y a abrirnos a la perspectiva del otro, incluso cuando esta difiere radicalmente de la nuestra. Nos recuerda que la verdadera riqueza reside en la diversidad, en la capacidad de construir juntos un futuro más justo y fraterno a partir del reconocimiento mutuo y el respeto por la dignidad de cada ser humano.

En sus encuentros con líderes de diferentes credos, en sus mensajes a la comunidad internacional, en sus gestos de cercanía con los más vulnerables, el Papa Francisco nos enseña que el diálogo genuino requiere valentía, la humildad de reconocer nuestras propias limitaciones y la firme convicción de que el encuentro con el otro puede enriquecernos y transformarnos. Nos invita a abandonar la lógica del enfrentamiento y la polarización, para abrazar la cultura del encuentro, donde las diferencias no son obstáculos insalvables, sino oportunidades para el crecimiento colectivo.

Su influencia en la construcción de diálogos se manifiesta también en su constante llamado a la responsabilidad individual y colectiva en la construcción de la paz. Nos recuerda que la paz no es la mera ausencia de conflicto, sino el fruto de la justicia, la equidad y el respeto por los derechos humanos, y que, para alcanzarla, es imprescindible cultivar la capacidad de escuchar, de comprender las razones del otro y de buscar soluciones que beneficien a todos.

Queridos estudiantes, en este Día del Idioma, los invitamos a reflexionar sobre el poder transformador de la comunicación en todas sus formas. Cultiven la escucha atenta, la lectura apasionada, la escritura reflexiva y el diálogo respetuoso. Inspírense en el ejemplo del Papa Francisco, quien con su palabra y su testimonio nos muestra el camino hacia un mundo donde la comprensión mutua y la solidaridad sean los pilares de nuestra convivencia.

Que este día sea una oportunidad para celebrar la riqueza de nuestro idioma, para honrar