Cuando al despertarme vi por la ventana los grandes cambios a los que fue forzada la naturaleza, solo pude pensar: «Los árboles se han teñido de sangre, de la sangre de dios, de su espíritu inmortal y de su muerte.
las flores y las rosas cambiaron su color, su olor, su percepción de la existencia, la de su entorno y hasta la de su propia vida.» Me lamenté por ellas, pero no podía hacer nada. Ya el pasto no era verde, ni gris, era rojo. E incluso, el cielo dejó de ser azul.
Aquel día al despertar, todo ya no era como había sido. La vegetación Se había teñido de una pasión triste y sin duda, ese hecho, se convirtió en el fin de todo principio.
Cuando mi mente recobró conciencia, entendí: El mundo se había estado acabando frente a mis ojos. El color verde se iba escurriendo desde lo alto dejando a flote los nervios vivos de toda planta.
En ese momento saqué mi mano, esperando distorsionar lo que parecía ser la nueva realidad. Nada cambió, A excepción del clima. La lluvia se resbaló de entre las nubes y se mostró exhaustiva. Emocionada intenté tomar alguna gota. Al extender mi mano, justo como lo pedí, una gota cayó. El Ácido en eso que yo creía agua penetró mi piel. Un pensamiento intrusivo llegó a mí como si de una predicción se tratara, diciendo: «la furia del creador ha sido expuesta ante el mundo, y este, sin salvación alguna, se hará aire»
En la agonía del ardor, llegué a empatizar con mi entorno.
Muy dentro de mí sabía que el camino que estábamos forjando, se derrumbaría e
Inconscientemente, los culpé de todo, dejándome a mí como la víctima. Cuando caí en cuenta, simplemente pensé en lo humanos que somos cuando el sufrimiento es propio, Pero cuando es de alguien o algo más, esa virtud desparece.
KAROL MILADY MUÑOZ
10:01
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