Ser contralora estudiantil fue una experiencia muy chévere, la verdad. Desde el principio fue un reto grande, pero también algo que me ayudó muchísimo a crecer como persona. Aprendí a liderar, a organizarme y sobre todo a tratar con muchas personas diferentes, cada una con su forma de pensar y sus opiniones.
Durante el tiempo que estuve en este cargo tuve la oportunidad de conocer mejor a mis compañeros, de socializar con otros cursos y con profesores, y de entender cómo funciona realmente la institución por dentro. A veces fue difícil, porque no todo el mundo piensa igual ni está de acuerdo con las decisiones, pero eso también me enseñó a ponerme en los zapatos de los demás, a escuchar y a buscar soluciones sin generar conflictos.
Además, este cargo me permitió representar a mi colegio fuera de la institución, dando a conocer lo que somos, mostrando las actividades que realizamos y dejando en alto el nombre del INEM. Fue bonito poder posicionar y representar a mi colegio ante otras instancias, mostrando una buena imagen y demostrando el compromiso que tenemos los estudiantes con nuestra comunidad educativa.
Ser contralora me ayudó a desarrollar paciencia, empatía y liderazgo. Me di cuenta de que para guiar a los demás no basta con dar órdenes, sino que hay que dar ejemplo, tener buena actitud y estar dispuesta a colaborar. Me siento muy agradecida por la oportunidad que tuve, porque además de cumplir con mis funciones, me llevé muchas enseñanzas que me van a servir en el futuro.
En resumen, fue una experiencia muy bonita, llena de aprendizajes, de momentos buenos y también de desafíos que me ayudaron a crecer. Ser contralora fue más que un cargo, fue una etapa importante de mi vida estudiantil y me alegra haberla vivido con compromiso, responsabilidad y alegría.


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