De manera general se podría decir que el método científico es una forma de obtener y evaluar conocimiento siguiendo una serie de pasos y criterios que garantizan en cierta forma la confiabilidad de los resultados de una investigación.
Observar, plantear hipótesis, realizar investigación, ordenar resultados, sacar conclusiones, es la secuencia que a grandes rasgos sigue el método científico. Para que un resultado tenga validez universal debe ser sometido una y otra vez a esta secuencia, sin importar que en el proceso se tenga que replantear una idea que haya sido aceptada como verdad por mucho tiempo. Y es ahí donde la ciencia nos da una herramienta que permite abrir nuestra mente a horizontes más amplios.
Nosotros tenemos arraigadas ideas y verdades que son el resultado de la “investigación”
de nuestra vida, el problema con algunas de ellas es que condicionan la forma en que vivimos y, rara vez la sometemos a una revaluación minuciosa para examinar su validez, por ello tenemos una visión muy estrecha en varios aspectos de nuestra existencia.
Si aplicáramos el método científico a nuestro diario vivir, un universo de posibilidades se aparecería ante nosotros y lo rutinario se llenaría de vida. Si no nos cuestionamos una y otra vez como lo hace la ciencia, quedamos atrapados en una realidad que rara vez traerá suspenso y aprendizaje, como dijo Antony de Mello “con frecuencia un año en la vida de un sacerdote es un año multiplicado por 50”, en mi parecer también aplica para docentes.
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